domingo, agosto 9

a que sabe...

pensando y pensando, pensé...
y pensé en helados, esos helados de mi infancia,
felicidad instantánea y plena al alcance de la mano.

ahora, sigo devorando helados,
digo devorando, porque ya desde que tenía las manos
del tamaño de un tapón de cocacola,
jamás consentí que un helado se derritiese

pensé en mis propios ingredientes,
ya no en la fresa recubierta de cocacola y vainilla en la base,
sino en esas proyecciones que, como si de un cine de verano se tratase,
se proyectan en mis retinas al rememorar
la receta del actual yo.

recuerdo un paseo en bicicleta en pleno verano,
apenas llegaba al suelo con los pies y estaba en el campo...
recuerdo una gran cuesta y un gran casco de moto
visto ahora... parecía una cerilla con un dedal en la cabeza.
recuerdo el inevitable impacto,
la adrenalina de depender de mi mismo, incluso con todo el cuerpo magullado;
los minutos arrastrando mi pequeña bici inservible con el casco aún puesto
el abrazo de mi madre y la reprimenda de mi abuela.

lo cierto es que mi vida se reduce a esa bicicleta,
a pedalear posiblemente demasiado joven para pisar el suelo,
a llevar un gran casco, a modo de protección, que frecuentemente,
al pisar un bache, se da la vuelta y me tapa la visión,
a esas grandes pendientes, y la constante pregunta ¿y si...?
a esos segundos de pánico e incertidumbre
a esas caídas de las que incomprensiblemente me puedo levantar
y a esa sensación de euforia e independencia incontrolable
al ver que lo hice, que puedo tachar una pregunta más de mi lista.

si hay que caer,
que sea a lo grande


1 comentario:

FlorVenenosa dijo...

impactante, tanto como esas caídas de las que por suerte nos levantamos, y la frase final, si hay que caer que sea a lo grande (a veces hay red).

Muy bonita la música que suena.

Creo que llego tarde al blog, pero no podía irme sin dejar un comentario en esta entrada que me ha transmitido tanto.

Un saludo ;)