Nací en un huevo, pero pronto me mudé a un globo. En el globo no se estaba nada mal, si bien es cierto que no era tan seguro como el huevo, disponía de mejores vistas... allí aprendí que mucha gente también se suspendia en su globo particular, aunque no todos eran del mismo color, siendo así, diferentes las vistas de cada uno... Lo que detestaba del globo es que siempre oía el eco de mi mismo, pero casi nada de lo que me rodeaba. Un buen día, decidí pincharlo y fuí a parar a este tejado, a un paso entre la altura del globo y la seguridad del huevo.
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